Hércules luchando con Anteo, por Zurbarán.jpg
Hércules da muerte al gigante norteafricano en una nueva demostración de su ingenio y fuerza, pues hubo de elevarlo del suelo para acabar con este hijo de Gea, la diosa de la tierra, quien hacía redoblar las energías del gigante cada vez que era derribado: Advirtiendo Hércules el engaño de Anteo, en el aire lo apretó tanto con los brazos, que lo mató y este fue el vencimiento de la lucha. Esta cita de Juan Pérez de Moya la completa el mismo autor con una sentencia moral que podría explicar la inclusión del episodio en la serie: Hércules significa el varón virtuoso que desea vencer el deseo de su carne, con quien tiene gran combate y lucha de ordinario. La codicia o deseo carnal, se dice ser hija de la tierra, entendida por Anteo, porque esta codicia no nace del espíritu, sino de la carne, como dice el Apóstol. Una apreciación en sintonía con lo que un siglo antes había manifestado el marqués de Villena: Anteo representa el apego del hombre a los vicios carnales y, por tanto, contrario a Dios. Hércules, y los que como él actúan, al acabar con este apego carnal, libran de tan tiránica y viciosa servidumbre que roba a los súbditos suyos del cuerpo y del ánima y la razón y celo, no consintiendo el hábito virtuoso. Más recientemente se ha relacionado este episodio con las virtudes de Felipe IV como gobernante fuerte y astuto que lograría acabar con todos sus enemigos por muy poderosos que ésos fueran. Para idear este lienzo, el pintor adaptó la estampa que con el mismo tema había realizado Hans Sebald Beham, incorporando incluso el paisaje pedregoso del grabado, aunque convirtiendo el fondo lumínico de Beham en una oscura caverna, muy semejante a los fondos de todo el conjunto. Se suele considerar que este es uno de los cuadros de menor calidad de toda la serie, aduciéndose la participación del taller del extremeño, quien a buen seguro se ocupó de la cabeza de Hércules que mantiene la misma fisionomía y tono irónico y descreído que la del episodio en el que el héroe varía el curso del río Alfeo (P1248). Anteo presenta desde luego algunos problemas en su concepción, que en parte debían quedar corregidos en su colocación en el Salón de Reinos, a unos tres metros del suelo. Pero hay que tener en cuenta que, en la composición de esta pintura, Zurbarán se hubo de enfrentar a una disposición de las figuras bastante problemática; el tema condicionaba una solución en vertical de los dos gigantes y, sin embargo, la concepción misma de la serie -de formato horizontal con la figura de Hércules en primer término y siempre a la misma escala- constriñó a Anteo a un espacio reducido, pegado a la parte superior del lienzo, lo que seguramente impidió a Zurbarán concluir el brazo y la mano izquierda del personaje (Texto extractado de Ruiz, L. en: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 161).